jueves, 7 de febrero de 2013

Ley de los Celos


Número 5:11–31. EL JUICIO POR CELOS. 12. Cuando la mujer de alguno se desmandare—Esta ley fue dada como una severa advertencia a la infidelidad de parte de una esposa, como también para una protección suficiente de ella, de las consecuencias de una sospecha precipitada y sin fundamento de parte del esposo. Sus sospechas, sin embargo, eran suficientes, en ausencia de testigos, (Levítico 20:10) para justificar el juicio descrito; y el procedimiento que había de seguirse era que el esposo celoso trajera a su esposa ante el sacerdote con una ofrenda de harina de cebada, porque a nadie le era permitido acercarse al santuario con las manos vacías (Exodo 23:15). En otras ocasiones, eran mezclados con la harina, aceite, que significaba gozo, e incienso que simbolizaba aceptación (Salmo 141:2). Pero en la ocasión de referencia estos ingredientes habían de ser excluídos, en parte porque era una apelación a Dios en circunstancias aflictivas, y en parte porque era una ofrenda por el pecado de parte de una esposa, quien se acercaba a Dios con el carácter de ofensora real o supuesta. 17. tomará el sacerdote del agua santa—Agua del estanque, que había de ser mezclada con el polvo de la tierra, emblema de vileza y miseria (Génesis 3:14; Salmo 22:15). en un vaso de barro—Se escogía este vaso frágil, porque después de ser usado, era roto en pedazos. (Levítico 6:28, 11:33). Todas las circunstancias de esta terrible ceremonia: colocación de la mujer con su rostro hacia el arca; su cabeza descubierta, señal de que estaba privada de la protección de su esposo (1 Corintios 11:7); el amargo brebaje puesto en sus manos, preparatorio de una apelacion a Dios; el solemne conjuro del sacerdote (vv. 19–22), todas estaban calculadas en grado no pequeño para excitar la imaginación de una persona consciente de culpa. 21. Jehová te dé en maldición, etc.—fórmula usual de imprecación. (Isaías 65; 15; Jeremías 29:22). 22. la mujer dirá: Amén, amén—Los judíos solían, en vez de repetir palabra por palabra el juramento, decir meramente: Amén, “así sea”, a las imprecaciones contenidas en el juramento. La reduplicación de la palabra era propuesta como una evidencia de la inocencia de la mujer, y una buena disposición de que Dios hiciera para ella según sus merecimientos. 23, 24. escribirá estas maldiciones en un libro—Las imprecaciones, junto con el nombre de ella, eran inscritas en alguna clase de registro—en pergamino, o más probablemente en una tabilla de madera. Las borrará con las aguas amargas—Si ella fuese inocente, ellas podrían ser borradas fácilmente, y serían perfectamente innocuas; pero si era culpable, sentiría ella los efectos fatales del agua que había tomado.
29. Esta es la ley de los celos—El adulterio descubierto y probado era castigado con la muerte. Pero ocurrirían casos fuertemente sospechables, y esta ley hacía provisión para el castigo de la persona culpable. No era un juicio, sin embargo, dirigido según las formas de un proceso judicial, sino una prueba rigurosa por la cual la adúltera supuesta, era obligada a pasar, siendo la ceremonia de naturaleza tan aterradora, que, por los principios de la naturaleza conocidos, la culpa o la inocencia no podría dejar de aparecer. Desde tiempos antiguos, los celos de la gente oriental han establecido pruebas para la averiguación y el castigo de la impureza en las esposas. La práctica estaba profunda y universalmente arraigada. Se ha pensado, que, siendo los israelitas fuertemente inclinados a favor de tales usanzas, esta ley de los celos “fue incorpora de entre las otras instituciones de la economía mosaica, a fin de librarla de los ritos idolátricos que unían con ella los paganos”. Vista a esta luz, su sanción por autoridad divina, en una forma corregida y mejorada, manifiesta a la vez una prueba de la sabiduría y condescendencia de Dios.

No hay comentarios:

Publicar un comentario